Estas dos ultimas semanas han sido estresantes y muuuy movidas para mi. Dos seres amados operándose, mi hijo enfermo con posible virus muy contagioso, y más encima adaptándose al jardín. Esto sumado a mis trasnoches y desvelos por él, más mis dos trabajos. Fue Uffff!. Bueno el remate fue peor…. El fin de semana que me levanté con una amigdalitis asomando sin piedad y me tuve que ir a trabajar en un recinto comunitario con 30 grados de calor. Lo que detonó mi mayor mal-estar y llegué a casa con ganas de enterrarme en el patio a hibernar. Fueron dos días de muy estar-mal. Pero como de todo hay aprendizaje o reflexión…
¿Podemos realmente estar-mal? ¿Cuánto nos permitimos salir del duro caparazón y bajar la guardia?
Por lo general no tenemos permiso de sentirnos mal. Todos a nuestro al rededor dan consejos para que mejoremos, ojalá de inmediato (y se agradece su preocupación), pero…
¿Y por qué no rendirnos al dolor, al mal- estar?. En todo sentido.
Como he dicho antes, sucede que estamos acostumbrados a tapar la realidad, a dejar de ser SERes humanos y callamos al cuerpo. Es como si fuera un pecado capital agriparse/resfriarse o entristecerse. Y según mi visión, es la manera más evidente que te muestra el cuerpo de decir: «algo no anduvo o anda bien, detente!»
«El cuerpo grita lo que la boca calla» ( ya lo sabes)
En mi caso, fue la pre-ocupación sostenida y el estrés emocional y físico acumulado de dos semanas, la falta de dormir reparadoramente y la falta de atención a mi. Lógico el cuerpo me dijo: «Ya no puedes más, detente…apágate en silencio y descansa». Pero claro! jugamos al papel de super mamá, amiga, hija, esposa, mujer, etc.. y seguimos dándole y dándole a la máquina. Y no!, no es lo más apropiado.
Entonces, a pesar que la vida no nos deje detenernos para estar-mal, debemos hacerlo, es necesario. No digo que siempre, ni un periodo prolongado de tiempo. Pero sí darnos ese permiso. Este es el momento más sublime de comunicación con nuestro ser, con nuestro cuerpo, en que podemos entregarnos y dejar se ser autómatas metidas en un sistema caótico, exigente y castigador. Y volvernos a la esencia sensible y pura de ser cuerpo y alma, despiertos. Alma dócil, amorosa y delicada.
En la medida que somos capaces de reconocernos como seres frágiles y fuertes a la vez. Le damos otro valor al cuerpo, al cuidado, a la atención que pongo en mi. Volvemos a traer la consciencia a lo que realmente soy, ¿me sigues?.
Los otros y mi mal-estar
Lo que necesitamos en esos momentos de estar-mal, es espacio, comprensión, contención y cariño (primero mío hacia mi y luego de quien tengas al lado). Y cuando somos bien conscientes de eso y lo que necesito, podremos pedirlo a otros o a nosotras mismas y podemos permitirnos estar en sintonía con lo que realmente requiero en ese momento.
¿Cuándo tu no te sientes bien, que haces? Juegas a la mujer de acero e imperturbable? ¿o sales del caparazón por un momento, para finalmente poder acogerte con amor?