Tal como prometí: Voy a contarte mi experiencia del aborto espontáneo que vivimos.

Después de una búsqueda de dos años sin ningún tipo de tratamiento y sin resultado. Decidimos probar con estimulación hormonal (otro tipo de fertilización, no estaba dentro de mis planes), por 3 meses.

Y sí!! quedé embarazada. No entraré en detalles de cómo viví el periodo de embarazo pero lo resumo: Feliz!, dichosa!, bendecida. Se empezaba a cumplir el sueño…

Una tarde como muchas otras, me senté a meditar, para aquietar la mente, bajar la ansiedad y conectarme con el fruto del amor que estaba en mi vientre. Feliz. Pero esa tarde, viviendo ya la meditación, mandándole amor y hablándole, sentí de un momento a otro, en un segundo, ganas explosivas de llorar, angustia en pecho y la garganta apretada. Un sentimiento que subía desde el vientre. Tristeza máxima. Me asusté, pero luego seguí meditando…

Dos días después iba en metro en dirección a mi trabajo, y tuve una sensación, que hizo bajarme en una estación que no era mi bajada final. Volví a subirme al metro y terminé mi viaje.

Cuando caminaba hacia el trabajo, sentí que tal como una descarga de menstruación, algo bajaba desde mi útero. Asustada entré al baño del gimnasio de un edificio y con un poco de papel higénico me limpié y volví a recibir una descarga de sangre en ese papel. Siempre con la ilusión que fuera sólo sangre residual.

Llamé a mi marido y le dije que algo no andaba bien y que me iba a la clínica. El viaje en taxi y el taco en Santiago a esa hora (9 am) hacían interminables los minutos camino a la clínica. Me atendieron de urgencia y con Aldo tomando de mi mano, la eco transvaginal era clara. «¿Estabas embarazada?» me dijo el médico de turno… y el dolor caló nuestro corazón. Vacío.

Recuerdo la sala común en que estuve acostada mientras esperaba el tan torturador legrado, recuerdo el dolor de Aldo cuando a mi lado me preguntaba cómo estaba yo… palabras de «cortesía». En un momento así todo parecía estar demás. Un abrazo cómplice y un silencio lleno de amor es lo único que se necesita.

Todo el procedimiento quirúrgico salió bien. Por cierto! era por precaución para que no quedara algún resto que pudiera causar mayor daño (como si se pudiera!). Pero bueno… procedimiento que ha salvado a muchas mujeres.

Lo demás no sé.

Mi laguna mental me lleva a verme tirada en mi cama, adolorida del alma y del cuerpo. Mirada perdida y desconsuelo. Así fue el fin de semana. Tomando un inofensivo Viadil, como si eso apaleara el dolor!. Mi cuerpo sentía mucho más…

Entre los dolores intermitentes tipo calambres (por el raspaje), la calma y adormecimiento de momentos, recordé algo que después valoré como hermoso. El día de la meditación que estallé en llanto, fue una despedida. Ese bebin estaba diciendo: «mamá no podremos conocernos» y luego entendí que fue en ese momento que nos desconectamos. Mi mente quiso creer que eso fue sólo un miedo injustificado que me traicionaba, pero mi corazón sabía que ese amor se terminaba ahí. Hoy le doy gracias porque de alguna manera me preparó para lo que venía.

El lunes volví a trabajar y a seguir la vida con la mascara que acostumbramos a llevar.

Mi Duelo

Ahora puedo decirte que mi proceso de duelo fue breve. Esos poquitos 4 días de llanto y desconsuelo máximo fueron un gran desahogo que dejé fluir. Me permití sentir todo lo mal que pude. Y hoy, sé que hay que atravesar ese dolor profundo para que deje de doler.

Y luego pronto entendí que ese angelito estaría conmigo siempre y que su corta venida era necesaria para mi (nuestro) crecimiento. Fue duro, pero crecí de un golpe. A la larga se llevó miedos, inseguridades y dolores. La naturaleza es completamente sabia.

Esa vez me dijeron que era valiente y muy fuerte por mi entereza de enfrentar esto sola (por unos momentos). Y eso me sorprendió, pero así lo creí también. Y la entereza no va en no llorar, no gritar o no dejar de creer en la vida y su felicidad. Si no, en sacar todo eso de adentro y aprender. Ver más allá de lo evidente.

Por largo tiempo aprendí a llevar ese dolor más como espectadora. Pero tatuado. Siete meses después, la vida me puso a personas más espirituales en frente, que me dijeron lo que de alguna manera ya sentía. La misión de ese ángel fue preparar el camino físico y emocional para un nuevo bebito. Así también lo quise creer.

También fue así como conocí la terapia de Respiración Ovárica y sumada a las estudios terapéuticos anteriores, pude empezar de nuevo a prepararme para la venida del nuevo bebé. Que se demoró, pero llegó.

La pérdida en los otros

Hoy recuperada del dolor y con la inmensa gratitud de todo lo vivido, entiendo muchas más cosas.

En una situación de aborto espontáneo, debemos comprender que muchas veces el dolor no es sólo por lo que sucede en sí, sino por todo lo que conlleva el hecho y que en el momento no nos damos cuenta.

Es doloroso perder tu bebito, pero también lo es ver la cara de las enfermeras que te miran acusando un aborto provocado o un embarazo mal cuidado. O la cara del médico que te mira con una especie de lástima fingida porque debe parecer «humano sensible» frente a una cruda pero recurrente realidad. O el dolor de familiares que estaban materializando el sueño de un peque rondando por su casa. O ver la mirada de tu marido desconsolada, obligándose a estar fuerte, resistiendo (estos últimos son los que más te golpean!!!).

Y hoy, con mi esposo, también creemos que esa pérdida significa algo más que perder un hijo nacido o a un ser querido. Es además perder una ilusión, un proyecto, un anhelo, una idea de ser padres, un deseo desde el propio Ego. Un deseo tuyo y de los tuyos. Y todo eso va sumando dolor. Y que quiero decirte con esto:

Que debemos identificar qué es lo que nos tiene atados al dolor que no podemos sanar y no nos deja avanzar. Una pérdida/aborto es una marca social condenada y que mueve muchas emociones en los demás. Y por eso a veces termina doliendo más el cómo los demás llevan nuestra pérdida. Las miradas, los cuchicheos, las palabras de lástima, etc..

Hoy que soy madre agradecida, puedo decir que me gustaría evitar a toda costa el dolor de un aborto espontáneo, ya sea de 2 ó 6 semanas o 6 meses de gestación. El dolor es igual, porque el amor y el grado de vínculo lo sabe y vive cada uno diferente.

Lo mismo que el proceso de duelo. Algunas digerimos rápido y otras más lento y está bien. Todo está bien. Lo importante es vivir ese sentimiento, presenciarlo, aprender, sanarlo y después compartir la experiencia. Así sabremos que no estamos solas y que sí podemos sanar.

El dolor a la larga pasa, pero los vínculos que nos hacen mujeres más fuertes sin duda queda.

 

Author

Terapeuta con el corazón puesto en la sanación femenina y en recuperar la fertilidad para conseguir el embarazo deseado.

Write A Comment